martes, 24 de agosto de 2010

[Sobresaliente]

Debido a una serie de contingencias que tuvieron lugar desde mi nacimiento y que tienen bastante que ver con una estricta educación en la obediencia más sumisa y un respeto desaforado hacia la autoridad, necesito una cosa por encima del resto para mi felicidad: recibir la aprobación del cosmos. Sea quien sea - padres, profesores, hombres, tenderos, máquinas de tabaco, televisión. Necesito con una urgencia apremiante que me miren, me sonrían, me digan que todo está bien hecho, me pongan una estrellita en el pecho, un gigantesco P A S S E D con letras rojas en la frente. Soy adicta a la aprobación de los demás, necesito que me evalúen constantemente, ¡ponedme nota!, porque de otra manera, no sé cómo soy. Nunca aprendí a autorregularme, autovalorarme ni autoconducirme. Soy, en lo que al ámbito de la autoeficacia concierne, un auténtico fracaso. Un fracaso dependiente.

Qué triste, ¿eh? Nadie me dijo que aprendiese a mirar con mis propios ojos.

2 comentarios:

  1. También le ocurría a Kerouac, y a Mozart. Cumpliendo con la labor que tú misma me has asignado, mis ojos lectores te aprueban por completo.

    ResponderEliminar
  2. ¡Muchas gracias! Este cachorrito se hace pipí encima con la emoción de tu aprobación y la referencia a semenjantes genios :)

    ResponderEliminar